El café literario sigue vivo…
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Rosa M. Gallego Reyes
El café como local siempre ha sido una institución muy española. Se decía que el café era el punto de cita con la vida pública. Son muchos críticos los que afirman que el tiempo del café se ha ido pasando y la función que tenían estos establecimientos se ha ido difuminando. No obstante, no es del todo cierto, ya que no se ha difuminado su función, sino que ha sufrido una evolución acorde con la sociedad marcada por el paso del tiempo.
Se dice que fue W. Shakespeare el primero que formó lo que se podría denominar un café: el llamado To-club. En España se asimila la idea del café con entusiasmo en el siglo XVIII y la sociedad española acude a él con regularidad y le entrega bastantes horas de su vida. El intelectual de la época se acoge a la institución nacional del café y va forjando el patrón de la tertulia literaria española.
En muchas obras de la literatura española está presente el espacio del café literario y a partir de las cuales, se puede conocer la función de los mismos. Por ejemplo en la obra La comedia nueva o el café, de Leandro Fernández de Moratín, se observa tanto las características físicas que presenta el café como las actividades que se llevan a cabo. También la novela La Fontana de Oro, de Benito Pérez Galdós, se desarrolla principalmente en un café. Pertenece al realismo español y, en especial, al grupo de novelas de Galdós en las que enfrentó el mundo tradicional, católico e intransigente con el progresista, respetuoso y liberal, que sucumbe ante el fanatismo del primero. Este grupo de novelas reflejan el ambiente y la sociedad madrileña con minucioso detalle y se describe en ella la aristocracia, la clase media y los tipos marginales.
Estos lugares tenían muy presentes la cultura y el arte y asumían dos vertientes según su carácter. En el café que aparece en la obra de Moratín, La comedia nueva o el café, nos encontramos ante un espacio de carácter literario, aunque también aparezca algún resquicio del carácter político de estos lugares por servir de portador de noticias. La comedia de Moratín ofrece un retrato fiel a esos cafés de la época. Por el contrario, en la obra de Galdós, La Fontana de Oro, nos encontramos con un café que cuenta con un carácter casi exclusivamente político.
En la obra de Moratín nos encontramos con una escasa descripción del espacio y dado que nos encontramos ante una comedia es normal y esperable que aparezcan pequeñas descripciones o sugerencias del decorado del espacio en que se desarrolla la acción de la obra para su representación. Y siendo el punto opuesto, en la obra de Galdós el espacio del café se nos presenta a través de extensas y a su vez magníficas descripciones que nos ayudan a forjarnos una idea de cómo era el aspecto físico de estos lugares y también las funciones que se le atribuían. Cabe resaltar que en La Fontana de Oro, Galdós no recrea una realidad empírica de la época en que se sitúa la acción de la novela sino que el autor realiza una interpretación histórica y narrativa. Esta obra se sitúa en una época en la que el esfuerzo de la burguesía por adueñarse del poder, la inestabilidad política, el paso de una sociedad rural a una urbana, la industrialización y la lucha de clases, produjeron en la España de la segunda mitad del siglo XIX grandes tensiones. Los escritores, entre los que se encuentra Galdós, encontraron en la sociedad un gran filón para sus narraciones y volvieron a poner en primer plano un género literario que había quedado en una total decadencia desde finales del siglo XVIII: la novela.
Resulta de gran importancia destacar el papel que han jugado estos lugares a la hora de dar un pequeño empujón a la carrera de muchos de los literatos españoles más importantes. Nuestro país ha producido excelentes intelectuales de café y primeras figuras de nuestra literatura obtuvieron la inspiración en estos lugares que les proporcionaban soledad, meditación, tertulia, etc. Ejemplo de esto son los propios autores de las obras que hemos citado: Moratín y Galdós; y otros escritores como: Larra, Cadalso, Espronceda, Gómez de la Serna o Camilo José Cela.
¿Y en nuestros días qué función tienen los cafés? La respuesta es la misma que hace un par de siglos: la función es la de socializar. Actualmente, en las cafeterías podemos encontrar la prensa, al igual que ocurría ya en el siglo XVIII para que los clientes puedan estar informados de la realidad política y cultural. Es verdad que hoy en día también se informa al cliente mediante otras vías nuevas que antes no existían, como por ejemplo la radio o la televisión. Además, hay que añadir un subtipo de cafés que ha surgido hace unos años, los ciber-cafés, donde se tiene acceso a Internet y se obtiene información de forma rápida.
Los cafés eran lugares de ocio y siguen siéndolo. La diferencia reside en el cambio que se ha producido en la forma de divertirse de la sociedad. No obstante, a los cafés se sigue acudiendo para charlar, para comentar noticias y, sobre todo, para tomar café.
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ROSA MARCELA GALLEGO REYES
es licenciada en Filología Hispánica y en Lingüística.